jueves, 15 de septiembre de 2011

Jorge Alonso Camacho. Trascendiendo con la música andina colombiana (Segunda Parte).

Hijo de la tierra.
Fotografía del disco Pétalos de rosa
En 1989 Jorge llega a Manizales y se reencuentra con algunos amigos de infancia y juventud. Allí se integró a un grupo llamado “Hijos de la Tierra”. “Ellos únicamente interpretaban música andina colombiana compuesta por ellos; no cantaban ninguna canción tradicional […] A ellos les mostré los esbozos de canciones que tenía y las valoraron, y empecé a hacer con ellos bambucos”, cuenta Jorge. 

Con un formato de armónica, flauta traversa, guitarra de 12 cuerdas, tiple, guitarra, contrabajo y percusión, Los Hijos de la Tierra llegaron al Festival Mono Núñez en Ginebra (Valle) en el año 1990; era la primera vez que Jorge asistía a ese festival. El  público y el jurado recibieron con asombro a estos representantes de Caldas que en sus canciones, desconocidas para el concurso, utilizaban elementos de otras músicas: improvisaciones de armónica, modulaciones en la introducción y un vestuario que Jorge define como hippie. 

Luego de esta experiencia Los Hijos de la Tierra deciden no volver a participar en ningún concurso y continúan su camino nutriendo su propio repertorio en donde Jorge colaboraba.Con Los Hijos de la Tierra Jorge estuvo 3 años hasta que ante una difícil situación económica decide trasladarse a Cali.

Por el camino de Dios.
Muchas noches en su habitación Jorge pensaba en la trascendencia. Al amanecer la cotidianidad lo distraía pero siempre llegaba todas las noches a la misma pregunta: ¿Yo qué? Hasta que pasó “lo inesperado, lo sobrenatural”.

En uno de sus múltiples viajes a Bogotá Jorge tuvo una revelación; en el hotel donde se hospedaba, un grupo de asaltantes ingresó e intimido a los que allí se encontraban. “Yo pensé que me mataban y dije: no he hecho nada, y sentí un pánico… horrible; no por la muerte, sino de irme de este mundo sin haber construido algo […] No había hecho nada que me ganase la trascendencia”.

Estando en Cali en busca de un camino que lo llevase a la trascendencia se encontró con Dios. “Yo era ateo completamente y conocí a Dios ─dice Jorge─. Eso fue un arrebato inmenso […] Yo venía muy fundamentado en el materialismo dialectico; llevaba 15 años leyendo, asumiendo y difundiendo toda la propuesta del materialismo dialéctico y todo el que me viniera a hablar de Dios le iba mal, pero ocurre lo sobrenatural, porque no de otra forma yo hubiera conocido a Dios […] y fui a parar a un seminario con la comunidad franciscana”.

Jorge reconoce que en este proceso se le dificultaba orar y entonces prefería cantar. “Empecé a crear un repertorio personal que era como un oráculo, que era mi manera de comunicarme con Él”, afirma Jorge. Fue un año muy fecundo en lo musical. Jorge “estaba para Dios y para la música” componiendo canciones para los oficios religiosos. 

En un viaje realizado a Medellín a un seminario femenino de la comunidad franciscana Jorge se encuentra con la madre Aleida Condé, una religiosa que cumplía su misión evangelizadora con la música. Jorge la escuchó cantar, atento, su voz era preciosa. “Me acerqué a ella y le comenté que yo componía y que admiraba su canto”, recuerda Jorge “Yo voy a grabar un casete con unas canciones, muéstrame alguna”, le respondió ella, y mando por una guitarra. “Me dijo: cántate una. No me dejo terminar la canción cuando me dijo ¿no tienes otra? Yo convencido que no le había gustado ninguna. Me dijo: grábamelas en un casete y miramos si incluimos alguna en la grabación que voy a hacer”.

De vuelta a Cali, y tras un año de su ingreso al seminario, Jorge decide abandonar ese lugar. Su descubrimiento y posterior encuentro con Dios había sido muy edificador  pero se cansó de la institución religiosa (nunca de Dios) y sintió que necesitaba estar alejado del seminario. Meses después de su retiro recibe una llamada de la madre Aleida Condé que le dice que ya no grabará un casete, sino un CD y que será con diez temas compuestos por él. “La emoción fue plena; me fui donde el obispo de Cali a contarle y me dijo: mire que Dios le muestra el camino, no se esfuerce en otras cosas y haga lo que tenga que hacer”. En 1996 saldría a la luz Jesucristo, mi nuevo  día, un disco con las composiciones de Jorge e interpretado magistralmente por madre Aleida Condé. A este disco seguirían: Hagan lo que diga Él (1998), Las siete palabras (2000) y El arca de Noé (2004), esta última producción dirigida a los niños, un trabajo que luego trasladaría a la música andina colombiana.Por diez años Jorge estuvo dedicado a la música religiosa. Sus composiciones paralelas de música andina colombiana las reservaba para él. 

Trascendiendo con la música andina colombiana.
Alrededor de su muñeca derecha se ve una manilla con el nombre de Cajibío, Jorge respira profundo mientras la acomoda. Con voz entrecortada recuerda que en ese lugar empezó una nueva etapa de su vida por allá en 2005. En ese municipio del Valle “olvidado en el mapa, que la gente no sabe dónde queda y no sabe que allá hay un festival”; sentado en medio de los más destacados compositores de música andina colombiana escuchaba sus bambucos y se sentía afortunado. Estaba allí gracias a las apariciones de sus obras en Mono Núñez y de su amigo de tuna Jorge Humberto, presidente de Funmusica, quien lo recomendó. 

Jorge Humberto Escobar sabía del talento compositivo de Jorge Alonso y siempre que tenía la oportunidad lo animaba a que divulgara su trabajo. Una noche de 1998, en medio de una tertulia Jorge Humberto le preguntó a Jorge Alonso: “¿Por qué no mandas esas canciones a Mono Núñez?”, “Porque no paga…no vale la pena”, contesto Jorge Alonso y siguió cantando. Pero al día siguiente Jorge Alonso se sintió mal por su respuesta “tan tosca” y decidió, sin decirle nada a Jorge Humberto, enviar una de sus composiciones al Festival. Después del resultado del concurso y al ver que no pasó su obra Jorge lo tomó con tranquilidad. “No clasificaste pero estabas peleando con los grandes; estuviste a punto de clasificar”, fue lo que le dijo Jorge Humberto cuando descubrió que su amigo había participado en el festival.

Después de dejar el seminario en 2003 Jorge participó dos veces más en Mono Núñez (2003 y 2004), participaciones que le permitieron estar como invitado (por recomendación de Jorge Humberto Escobar) al Encuentro de Música Andina Inédita Colombiana “Efraín Orozco”. “Yo fui como un completo extraño ─cuenta Jorge─, llegué a la oficina en Cali y me hablaban de Ancizar Castrillón, Guillermo Calderón; yo no conocía a nadie. Luz Marina Posada… yo vi llegar a una niña. Al único que conocía y que sabía que iba a ir al encuentro era a Gustavo Adolfo Rengifo […] Ese encuentro fue fundamental, tanto que yo conservo aquí ese recuerdo (y muestra su manilla)  porque ahí comenzó una nueva etapa de mi vida. En la que creo que Dios me premio…”.

Desde ese entonces Jorge se integró a un grupo de compositores que vienen trabajando desde hace mucho tiempo por la música andina colombiana y que ha dado como resultado la conformación de Cantandina, una organización de cantautores de música andina colombiana y que estrenó en julio de 2011.

María, protagonista de un paisaje posmoderno. 
Laura Castaño y Jorge Alonso Camacho.
Laura Castaño se prepara en Ginebra (Valle) para cantar la obra que Jorge compuso. Lejos de allí, en Medellin, María espera a que el semáforo se ponga en rojo para pedir algo de dinero a los carros estacionados a la espera del cambio de luces. Laura Castaño canta esa junio de 2007en la noche de la final de Mono Núñez una historia que desde ese momento le pertenece, María se va a algún lado de la enorme ciudad de Medellin a descansar.

“Fernando Gonzales (filosofo antioqueño) me enseñó que en la observación está  toda la fuente de la inspiración creativa […] Observarlo todo y ahí tú encuentras que las canciones te salen al camino y que una viejita que vende dulces en una esquina es un tema para una canción como la hermosa muchacha que conociste en un transmilenio y que se bajó y te imaginaste toda una vida junto a ella durante los 5 minutos que te acompañó en el viaje”, dice Jorge.

Alejado de la rutina y firme a la enseñanza de Fernando Gonzales que dice “hay que vagar trabajando”, Jorge se encontró una tarde a María, una desplazada con la que compartió toda una tarde mientras el semáforo donde ella trabajaba estaba en verde, cuando el semáforo cambiaba a rojo, Jorge la observaba “rebuscar” algo para su supervivencia.

Luego de esa tarde Jorge escribe la canción, María, paisaje posmoderno, y tiempo después la envía a Mono Núñez en interpretación de Laura Castaño. Con esta obra Jorge retoma su compromiso social que había dejado de lado luego del asesinato de Carlos Pizarro el 26 de abril de 1990, cuando un día después de esta trágica noticia escribió una canción y dijo: hasta aquí, hacer canciones sociales es llover sobre mojado.

La historia de María lo había cautivado tanto que retomó la canción con contenido social. “Entendí que la canción con contenido social cumple una labor pedagógica cuando impide que el colectivo se acostumbre a ver las realidades […] La gente ya pasa por un semáforo y ve a los tres desplazados, o los indígenas en el andén, o al niño que vende 'chiclets'… Y ya es normal, ya eso pertenece a un paisaje posmoderno que no está bien… ”, explica Jorge. 

Su “crónica cantada” fue la ganadora a Mejor Obra Inédita en la versión 33 del Festival Mono Núñez. 

En la actualidad.
Hoy se ve a Jorge de festival en festival llevando su propuesta compositiva a todo aquel que quiera escucharla. También trabaja por el desarrollo de un repertorio que acerque a los niños a la música andina colombiana “… con la misma inquietud cuando descubrí que en la iglesia no había cantos para los niños me di cuenta que tampoco no lo había en la música andina colombiana”, explica Jorge. Trabajo que desarrolla con su sello discográfico KCMGRABACIONES.

“Esa inquietud que tuve a los 30 años: el temor a no ser trascedente ya desapareció, aunque quisiera hacer muchísimas cosas más, pero pienso que ya he sembrado, he hecho cosas que harán que la gente de alguna manera me recuerde y que sepan que mi tránsito por su vida fue de buena manera… Me siento muy feliz de ser músico”, concluye Jorge Alonso Camacho, cantautor de música andina colombiana.

Algunos premios y figuraciones. 
Primer puesto en el Concurso de Música Andina Colombiana “Cacique Tundama”, en el año 2007 con la obra “Amores de potrero”, interpretada por la niña Paula Merchán Cabra y en 2008 con el bambuco “Yo soy de allá”. Obtuvo el Primer Puesto con la obra “En ese día”, en el  “Concurso Nacional de Duetos Hermanos Moncada” de Armenia (Quindío) año 2009,  bambuco cuyo texto pertenece al maestro Ancízar Castrillón Santa.  Armenia (Quindío). También obtuvo el Primer Puesto Obra Inédita en el “Festival Nacional del Bunde” año 2009 en El Espinal (Tolima), con el bambuco “Pétalos de rosas”; el Primer Puesto Obra Inédita Concurso Infantil “Cuyabrito De Oro” con el bambuco “Corre, Corre Gusanito” en el año 2006 en Armenia, (Quindío) y Primer Puesto Obra Inédita Concurso Infantil “Solitario Andino” que se realiza en Chicoral (Valle), con el bambuco “Niño Campesino”  en año 2008. Así mismo se destaca su participación el Festival Nacional Mono Nuñez en más de una oportunidad, ocupando el Segundo Lugar Obra Inédita en los años 2008, 2009 y 2010 con las  obras “Mariposa Encantada” (pasillo), “Sueños de Trovador” (bambuco) y “Sabe Usted” (bambuco) respectivamente. Igualmente han sido destacadas sus participaciones en eventos  tales como: Concurso Nacional de Duetos de Ibagué, Festival de Hato Viejo “Cotrafa” en Bello (Antioquia), Concurso “Antioquia le canta a Colombia”, Festival “Antología de la Música Andina Colombiana” en Paipa, y Concurso Nacional de Obra Inédita “José A. Morales”, entre otros.

Primera Parte

Audio.
Pétalos de rosa, bambuco.


Agradecimientos.
A Diego Tabares por las fotografías que sirven de apoyo a esta crónica; más información en almabuquero.com . A Jorge Alonso Camacho por su tiempo y disposición... Gracias maestro, mi vida no será la misma después de esta crónica. 

2 comentarios:

  1. Gracias por este texto que ilustra mucho más mi camino por la música andina colombiana.

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