miércoles, 21 de diciembre de 2011

María Olga Piñeros Lara. Detrás de la artista (Segunda Parte).

Aires Colombianos.
María Olga siempre se ha caracterizado por fijarse metas a corto plazo, así que con Guillermo Gaviria (guitarra) y José Hernández (tiple, y segunda voz) se fijaron hacer un concierto para lanzar el grupo. Unos amigos entusiasmados con la propuesta les prestaron el local donde tenían un café. “Se llamaba El Rincón Tahino, eso se lleno… Eso fue la locura”, recuerda María Olga.

Aires Colombianos rápidamente se difundió por la comunidad latina en Nueva York. En ese entonces, la música popular colombiana no se conocía mucho y María Olga con su grupo logró llenar ese vacío; además, incursionaron en el circuito de la música folk de la ciudad. “La gente que está fuera del país padece mucha nostalgia; entonces, estas músicas les remueven todas las memorias y todos sus afectos”, cuenta Guillermo Gaviria.

Tanto fue el éxito suscitado por sus presentaciones que el “The World Music Institute, una agrupación dedicada a la difusión del folclor de los diferentes grupos étnicos, puso en el mercado un casete con sus canciones” (revista Carrusel, 8 septiembre de 1989) que fue producto de una serie de conciertos llamado Voice of the Americas, que se llevo a cabo entre 1986 y 1988. El casete recopilaba versiones en vivo de estos conciertos.

Mientras todo esto pasaba, María Olga conoció a Pepe Santana, guitarrista ecuatoriano, con quién trabajó cantando en los consulados de Bolivia, Chile, Argentina, Perú, Ecuador, Venezuela y Colombia. El repertorio lo aportaba en gran medida Pepe Santana, con algunos aportes de María Olga sobretodo en la música de Colombia y Argentina, así que se volvió costumbre verla cantando en las fiestas nacionales de cada país.

María Olga sorprendía a propios y extraños con su voz. “Qué bella voz. Qué manera tan agradable de explicar lo que es el llano” decía el cónsul venezolano a la revista Positiva de Cali. María Olga se convirtió en la voz de Latinoamérica. Con su voz, María Olga empezaba a abrir puertas para futuros  cantantes colombianos en el exterior.

De cómo María Olga se sostuvo económicamente en Nueva York.
Cuando María Olga se fue a Nueva York la primera persona de la cual recibió el apoyo económico que necesitaba fue de su abuela, Pepita Perdomo de Lara. No muy contenta de hacerlo ─ pues ella no quería que fuera cantante─, Pepita Perdomo de Lara ayudó a María Olga y la sostuvo económicamente los primeros años. Antonio Piñeros Corpas y sus hermanos también le ayudaron. “Tengo que agradecerle a los esposos de mis hermanos y las esposas de mis hermanos, porque fueron muy generosos sosteniendo a la niña de la casa […] pero eso es muy costoso. Yo fui a estudiar a una escuela muy costosa que era Julliard y luego Mannes que son escuelas privadas”, dice María Olga.

María Olga vivía en un barrio de inmigrantes de la India en Queens. Su cabello largo y sus peinados con trenzas la hacían pasar desapercibida entre los habitantes del barrio. “La gente creía que era india, pero yo era india de otro lado”, dice María Olga sonriendo.

La suerte siempre estuvo con ella. Cierto día un conductor de tren le habló en hindi; la confundió con una  de las habitantes del barrio. María Olga le explicó que era latina y él le dijo que si se lo podía probarlo el pasaje era gratis, entonces ella sacó su pasaporte y ese día viajó gratis.

Trabajó en muchos oficios: dictaba clases de español en institutos o colegios estatales, “diseñaba proyectos para el Museo de Historia Natural o dictaba seminarios ilustrados musicalmente” (revista Aló, 1994). Pero sobretodo trabajó mucho cantando.

-----
Después de cantar el repertorio clásico, María Olga le pide a Clive Lythgoe que la deje cantar una canción latinoamerica. Los asistentes, hispanoamericanos, habitantes de barrios marginales que nunca imaginaron tener un concierto con interpretes de muy buena calidad, ven como María Olga empieza a cantar Bésame mucho y en sus memorias, todos esos recuerdos de sus patrias lejanas afloraran.

Horizon concerts, era ─y sigue siendo─ una organización que lleva música a barrios de gente, que por dificultades económicas, no tiene acceso a grandes espectáculos. María Olga, había llegado a esta organización gracias a su trabajo en The Mannes Camerata un grupo que dirigía Paul Echols, profesor de The Mannes College Institute.

─A él (Paul Echols) ─cuenta María Olga─,  le interesaba que yo era cuatrista y que tocaba percusión bien. Todas esas cosas que yo pensaba que no eran importantes fueron las que él vio en mi para cuando me acepto. Yo era la única que no era norteamericana y que estaba ahí.

The Mannes Camerata fue la oportunidad para que María Olga figurara en los más importantes escenarios. Esta compañía ponía en escena dramas musicales y operas del medio evo al renacimiento. “Operas full stage, con su respectiva orquesta, vestuario, etc. En fin, en el mejor estilo creativo del maestro Paul Echols, a quien tanto le debo en mi aprendizaje sobre las temáticas de la disciplina y del profesionalismo” (revista La prensa, Nueva York, 20 de mayo de 1994).

Con este grupo trabajó ocho años haciendo dos grandes montajes al año. Fue en uno de estos montajes que conoció a Clive Lythgoe, director de Horizon concerts organitation quien se la llevó a trabajar junto con una flautista, un guitarrista, un violinista, un trompetista y un cantante en su organización.

Empezó así una actividad de conciertos en centros homeless, hogares geriátricos, hogares que alojaban a enfermos de ADIS, niños drogadictos, niños abusados sexualmente. “Yo muchas veces salía vuelta nada […] Después del concierto uno iba y pasaba tiempo con la gente y le cogían a un la mano y le decía: ‘usted se parece a mi hija y hace seis años vino y me dejó aquí y no sé nada de ella’. Yo salía con el alma partida”, recuerda María Olga. Con una intensidad de ocho a diez conciertos al mes, más su trabajo en The Mannes Camerata, María Olga pudo empezar a vivir de su trabajo como cantante. Sin embargo, a finales de los ochenta el Concert of the Arts, que era la entidad que apoya esta organización , le fue retirado el apoyo por una crisis financiera y ahí se vio afectado Horizon Concerts; además, a Paul Echols le detectaron un tumor canceroso en el cerebro. Los conciertos bajaron y así las finanzas de María Olga.

En ese interés de ir al más allá en el mundo del canto lirico, en 1992 María Olga conoce al manager de Placido Domingo. Un tío suyo, hermano de su mamá, fue el contacto que necesitó para conocer, primero al manager y después a Placido Domingo. Fue así como pudo presentar una audición para él. “Él (Placido Domingo) me dijo: ‘vamos a abrir un espectáculo en Madrid y yo quiero que usted se vaya cantar allá”, cuenta María Olga.

Siendo la única latina dentro de una compañía española llamada Compañía de Teatro Nuevo Apolo, María Olga se fue a Madrid (España) a cantar operetas: La viuda Alegre y El Príncipe de Madrid, en  un espectáculo llamado: Madrid, Madrid.

Luego de un año el espectáculo se acabó y María Olga recibió la oferta de seguir su trabajo con Placido Domingo. “Luego de eso él (Placido Domingo) me dijo: ‘el siguiente pasó es pasar a la compañía de Zarzuela’, y yo le dije: ‘maestro, yo no estoy feliz; fue una experiencia muy linda pero esto no es lo que quiero hacer. Yo quiero hacer música popular’”, recuerda María Olga. “Tenía que escoger entre la música clásica y la popular. Me quedé con la música popular. Decidí que me dedicaría a este tipo de música” (revista Positiva, Cali 1994).


María Olga regresa a Colombia.
Guillermo Gaviria deja Nueva York en 1985 cuando la carrera de María Olga estaba en su mejor momento y llega a una Bogotá donde los centros de formación musical más importantes eran el Conservatorio de la Universidad Nacional y la Universidad Pedagógica Nacional, que ofrecían una oferta de formación en modelos traídos en los años 20 por personas como Guillermo Uribe Holguín. 

─Hasta ese momento ─cuenta Guillermo─,  la gente iba a Europa, mucha gente se formó en París, por ejemplo: Guillermo Uribe Holgín, Antonio María Valencia, Luis Carlos Figueroa, muchos colombianos. Cuando digo muchos, tampoco son tantos, pero algunos, dígamos, y se formaron en el conservatorio.

Las ideas traídas de Europa no se renovaron y como consecuencia la educación musical era deficiente para aspirar a otros espacios, otros países, otras oportunidades. María Olga y Guillermo lo experimentaron cuando se presentaron sus exámenes en Julliard.

Guillermo traía consigo ideas que buscaba implementar en su país. “Siempre pensé en tener unos estudios que fueran comparables internacionalmente”, dice Guillermo. Y fue así como se vinculó a la Universidad Javeriana en un proyecto de una facultad de artes.

Empezó solo y durante tres años definió un programa de formación musical que dio inició a la actual Facultad de Artes de la Universidad Javeriana. Cuando tuvo 80 estudiantes se dio cuenta que no podría solo y empezó a buscar personas en su idea de formalizar una educación diferente. “Entonces así apareció Alejandro Zuleta, Carlos Posada, Helena Barreto, entre otros”.

Guillermo viajaba regularmente a Nueva York y no perdía oportunidad para proponerle a María Olga regresar al país y asumir la catedra de canto lirico. “Deja esto, qué haces aquí trabajando para estos gringos”, le decía Guillermo a manera de burla. “Allá en Colombia te necesitamos”. Pero fue sólo hasta 1995 cuando María Olga toma la decisión de volver.

En 1995 María Olga regresa a Colombia, años atrás había dictado algunos talleres pero ahora era definitivo. Guillermo Gaviria le encargó la catedra de canto lirico y dos años después Leonardo Garzón, director del naciente programa de música de Academia de Artes de Bogotá (ASAB), la invitó a trabajar con él en el diseño de una catedra de canto popular. Así que diseñó los programas y fue la única profesora de canto durante 5 años.

María Olga como profesora de canto.
La enseñanza ha estado muy presente en la vida de María Olga. Muchos de sus familiares son docentes, así que cuando se enfrentó al reto de diseñar y desarrollar dos programas de canto lo hizo con alegría.

─Ella tiene un amor grandísimo por la enseñanza─ asegura Carolina Muñoz, alumna de María Olga en la Javeriana ─y eso se le nota cuando uno es su alumno. Todo lo que aprendí lo aprendí desde el gran cariño que tiene ella por su trabajo y por sus alumnos.

Sus métodos y sus estrategias pedagógicas refrescaron la enseñanza vocal en Bogotá. Sus alumnos, como Carolina Muñoz, empezaron a figurar en los escenarios de la música andina colombiana. Las herramientas suministradas por ella en sus clases servían para formar cantantes versátiles que podían pasar de lo popular a lo clásico, y viceversa, sin mayores dificultades.

Es importante “el respeto de ella por un género o el otro”, dice Carolina Muñoz. Ella “nunca te va pedir que cantes un bambuco como si fuera un aria o no te pedir que cantes un lied como un pasillo. Es la versatilidad, es la paleta que ella te muestra, sabiendo diferenciar muy bien una cosa de la otra […] Hay mucha gente que se dedica a una sola cosa y cuando tiene que pasar a otra no puede”.

María Olga a la par que formaba cantantes  también conformaba equipos de trabajo que en este momento sostienen las catedras en las dos universidades. Su trabajo fue reconocido en el 2000 cuando fue nombrada docente destacada en la Universidad Javeriana. El compromiso con que asumía su labor docente le ocupaba la mayoría del tiempo y la fue alejando de los escenarios.

“Yo cantaba mucho en Nueva York y aquí empecé cantando mucho y cada vez menos por estar enseñando y empecé a cansarme”, cuenta María Olga. Y es que cuando María Olga llegó a Colombia tuvo la oportunidad de cantar en muchos escenarios. En 1995 participó en el Concurso Nacional del Bambuco donde obtuvo el segundo puesto. En esa ocasión, su voz sorprendió a los asistentes.

Recuerdo el impacto que produjo la participación María Olga por el manejo del fraseo y por su impecable técnica vocal ─cuenta Carlos Augusto Guzmán, guitarrista acompañante de María Olga en el concurso─; creo que ella no tenía tanta experiencia con el repertorio andino colombiano porque había estado dedicada a lo lírico y a la música sudamericana en general, pero logró versiones realmente memorables de las obras que presentó al concurso. En la ronda final cantó el bambuco Allá en la montaña, de Efraín Orozco y la respuesta del público fue impresionante.

Luego de esta experiencia María Olga tuvo la oportunidad de trabajar con el Cuarteto de Fernando León Rengifo, el Trío Ancestro, Nogal Orquesta de Cuerdas, Germán Darío, entre otros. Pero cada vez era menos el tiempo que le dedicaba a cantar hasta que después de 11 años de trabajo en la ASAB, se retiró. “Yo puedo enseñar cuando tenga 70 años, pero cantar, no. Entonces empecé a retirarme”, dice María Olga. A partir de ese momento se dedicó a varios proyectos dentro de los cuales se destacan su grupo Secreto a Voces y su carrera como cantautora.

Secreto a Voces.
Era agosto de 2009 y era la primera vez que veía a Secreto a Voces en escena. Una lluvia tenue caía sobre la plaza principal del municipio de Sevilla (Valle) donde se cumplía una versión más del Festival Bandola. Las pocas personas que estábamos en la plaza, bajo la lluvia, veíamos con una sonrisa en la cara la propuesta escénica del grupo. Nunca antes había visto a un grupo que integrara el humor con la música andina colombiana sin caer en el ridículo; además el manejo de las tres voces era estupendo. Hablaban de Vibrato di cuarta, un personaje que habían creado para burlarse del uso del vibrato por parte de los cantantes de la música andina colombiana. Comprobé, que en el tiempo en que duró su presentación, había estado “hipnotizado”. Dos años y algunos meses después me encontraba en el apartamento de María Olga con la oportunidad de preguntarle sobre su grupo. Ella sonríe y empieza a hablar del origen del grupo.

Secreto a Voces nació de clases que dictaba María Olga a sus alumnas en su apartamento. Curiosamente, dice María Olga, mis mejores amigas han sido mis alumnas de canto […] Entonces, cuando yo tenía que prepararlas para sus conciertos de grado, llegaba un punto en que uno estaba cansado, entonces nos poníamos a cantar otras cosas y nos moríamos de la risa.

─Yo me acuerdo mucho─ cuenta Carolina Muñoz─ que estábamos en un concierto en donde tocaba… Puerto Candelaria, y ellos hicieron algo muy simpático y ese día nosotras dijimos: tan chévere  que es el humor (en la música). Y esa (idea) se volvió Secreto a Voces.

Pero no era sólo el humor lo que gustaba tanto dentro del público. Secreto a Voces se propuso rescatar repertorio de mujeres a la vez que creaban uno nuevo alrededor de la mujer. Además, vincularon a su propuesta un desarrollo en escena único: pensando en escenografías, vestuario e improvisación, aspectos poco comunes en la música andina colombiana.

Con Secreto a Voces María Olga fortaleció su trabajo compositivo tanto que ahora todos los temas son de su autoría. 



Desde lo alto de los cielos.
A través de la ventana del avión Satena con rumba a Vichada, María Olga intenta “engancharse” con la vida. Las primeras lágrimas aparecen en sus ojos mientras abajo las montañas van dando paso a la inmensidad del llano, luego la selva tupida, las nubes y las frases del bambuco que empezaban a despejar esos cinco meses de tristeza ante la ausencia de su amigo, su cómplice… su padre.

Antonio Piñeros Corpas murió en noviembre de 2009, esta perdida sumió a María Olga en una profunda tristeza. Años atrás, María Olga había empezado un proceso compositivo bastante fecundo. Antonio Piñeros Corpas siempre fue un apoyo importante: cada vez que ella necesitaba su ayuda con alguna letra, él estaba presto a ayudarla.

María Olga empezó a escribir canciones intentando alejarse del mundo académico, siempre impulsada por su amor a la música popular. “Yo siento que la academia me coarto, me quito un poco las alas. A mi lo que me salvó fue que canté música popular por fuera”, afirma María Olga.  

Cuando María Olga quedó embarazada su sensibilidad se aguzó. “Ser mamá, fue como… que se me abrieron los poros a la vida y a todo”. Andrés Geronimo, su hijo, se volvió la fuente de inspiración para muchas canciones. En un trabajo mancomunado con Mauricio Lozano que era quien hacia la música, María Olga empezó a ponerle letra a lo que sentía.

Al principio no fue fácil. María Olga tenía las herramientas pero le costaba encontrar qué decir. “Me acuerdo que vino una prima (a mi apartamento) y dijo: Eso es fácil, muestre haber que es lo que decir y empezó a mostrarme y eso se abrió como una regadera”.

A la Canción de cuna para Andrés Gerónimo, vinieron otras y otras, cualquier petición de su hijo era la excusa para una canción: que María Olga le decía tominejo a su hijo, entonces él le decía que le hiciera una canción, que tenían una finca que Andrés Gerónimo llamaba La Casita del Humo, y ahí estaba otra canción; Mauricio Lozano en ocasiones tenía que frenar el ímpetu de María Olga porque no alcanzaba a hacer la música.

─Mi papá ─ recuerda María Olga─, poeta, bailarín, músico, estaba feliz de que yo quisiera escribir y me ayudaba mucho; él escribía muy bien. Y luego, cuando él se murió a mi medio muy duro, fue un tiempo en que no me encontraba.

Fue hasta marzo de 2010 y luego de que una amiga suya le propuso retomar su actividad e ir a Vichada a dictar unos talleres en que María Olga volvió a escribir. Desde lo alto de los cielos, el bambuco con que ganaría el concurso de mejor obra inédita en el Festival Mono Núñez de 2010 fue un homenaje a su padre y una manera de hacer catarsis y continuar.

María Olga hoy.
Este recorrido por la vida de María Olga llega a su fin con la seguridad de que el trabajo su  no se detendrá. Las personas que la conocen están de acuerdo en decir que es una trabajadora incansable.

“María Olga es una trabajadora incansable, y una persona que pone todo de sí en cada proyecto, ya sea un disco, una presentación o una clase”, dice Carlos Augusto Guzmán.

“Empecemos por decir que María Olga es una persona que no se queda quieta […] Es una persona que está mejorando, siempre está tratando de ser mejor”, dice Guillermo Gaviria.

“Cada día corroboro más la labor que hace María Olga como maestra de canto. Yo aquí (en Madrid, España)  he tenido la oportunidad de cantar frente a gente muy importante […] Yo me enorgullezco de decir que aprendí allá (en Colombia) y me acuerdo de María Olga y le agradezco infinitamente”, dice Carolina Muñoz.

Con el segundo volumen de su disco de villancicos en el mercado y con muchos proyectos más, María Olga sigue trabajando día a día, no sólo por nuestra música andina colombiana sino por nuestras músicas colombianas. 


Agradecimientos.
Cuando empecé a escribir crónicas de artistas de la música andina colombiana nunca imaginé encontrar tanta cordialidad y disponibilidad para con mi trabajo, por eso no puedo desaprovechar la oportunidad para agradecer a ciertas personas que hicieron posible esta crónica.


A María Olga Piñeros por su disposición, por su amabilidad, por su sencillez. Por estar siempre atenta a mis preguntas. A María Fernanda Piñeros, hermana de María Olga, y que con un trabajo titanico de sentarse a escanear los recortes de prensa, programa de mano y demás, aportó para que este trabajo llegara a feliz termino. A Guillermo Gaviria, por su amabilidad, porque desde el primer momento en que le hablé de este trabajo estuvo presto a ayudarme. A Carlos Augusto Guzmán un excelente músico y excelente persona. A Carolina Muñoz, que desde Madrid  (España), acepto concederme una entrevista vía skype y que emocionada me ayudó a darle forma a la segunda parte de esta crónica.



Enlace
Para más información sobre María Olga dar click aquí.

1 comentario:

  1. Felicitaciones por la entrevista. Creo que faltó una parte muy importante y es la incidencia mágica y bella que ha tenido en los docentes que hemos tenido clases con ella , personalmente a mí me cambió mi forma de enseñar.

    ResponderEliminar