Del otro lado se escuchan varias voces. Frente a la puerta
del apartamento 402 espero bajo la luz del pasillo que mantengo prendida
moviendo mi mano sobre el sensor. Escucho que una de esas voces se acerca, la
puerta se abre y con un pocillo en la mano aparece Sofía y detrás de ella en la
sala de su apartamento una cofradía de mujeres me saluda. Hoy es un salón de
onces, pienso cuando recuerdo que esa sala ha sido también un lugar de ensayos,
estudio de grabación, entre muchos usos que ella le ha dado, todos en su
mayoría alrededor de la música. Sofía sonríe y me invita a pasar mientras me
pregunta cómo estoy y si nos ubicamos en su habitación para hacer la entrevista
sin interrupciones. Le digo que no tengo problema con el sitio para hacer la
entrevista y me despido de las mujeres que siguen hablando en la sala. Camino a
la habitación le pregunto si ha dejado de trabajar al ritmo en que venía
trabajando la última vez que nos vimos un año y medio atrás. Claro, me responde
pero los dos sabemos que nos cierto y nos reímos. Es muy probable que siga
trabajando 18 horas diarias para acometer todas las actividades que realiza.
Entramos a la habitación que como la sala tiene múltiples propósitos: es
un salón de clases de guitarra, el estudio para hacer las entrevistas de su
programa de radio en la UN Radio y ahora el sitio de promoción de su último
disco con Colombita. Son las diez y media de la mañana y Sofía ya ha atendido
dos reuniones vía virtual y yo soy el tercero en su lista de actividades.
Mientras nos sentamos bromeo sobre su poder de ubicuidad que le permite estar
hoy sentada conmigo concediéndome una entrevista y mañana estar tocando en
Pereira con Colombita, mientras otra persona la está escuchando al mismo tiempo
en su programa radial de músicas colombianas. ¡Son muchas “Sofías”!, le digo y
ella sonríe.
La cita para esta entrevista incluía una invitación a tomar té. Algún sabor en especial o te sorprendo, me pregunta a lo cual respondo que me sorprenda porque estoy seguro que cualquier té que tome en ese apartamento será de un sabor nuevo para mí. Así que se levanta, se va para la cocina y me deja solo en la habitación.
La cita para esta entrevista incluía una invitación a tomar té. Algún sabor en especial o te sorprendo, me pregunta a lo cual respondo que me sorprenda porque estoy seguro que cualquier té que tome en ese apartamento será de un sabor nuevo para mí. Así que se levanta, se va para la cocina y me deja solo en la habitación.
De un rincón de la habitación sale Cleopatra, una gata gris que Sofía
recogió y luego adoptó cuando estuvo de colaboradora de prensa en el Primer
Encuentro Nacional de Bandola Andina, realizado en la ciudad de Sevilla (Valle)
en el año 2008. Cleo ─como la llama todo el mundo─ salta a un mueble que está
debajo de una ventana y que da frente a la cama de Sofía, mira afuera y luego
se acicala sin reparar en mi presencia. Recorro la habitación y observo el
orden casi estricto de todas las cosas y siento envidia; mi habitación por más
que me esfuerce nunca estará tan ordenada. Sigo mi recorrido y veo una biblioteca. Cuando alguien
tiene una biblioteca presto mucha atención a los libros que guarda, pues
siempre he pensado que son capaces de decirme mucho sobre la persona que los
atesora. En la biblioteca de Sofía veo libros de Gabriel García Márquéz, El
perfume de Patrick Süskind y varios libros que basan su temática en la
mujer. Sofía siempre habla con pasión del papel de la mujer en la
música y una de las motivaciones al formar Colombita fue crear un espacio de
encuentro de mujeres queriendo hacer música.
Pocos minutos después aparece Sofía con una bandeja y en ella un juego
de té de un nombre particular que no logró retener y unas galletas. Toca
esperar unos cinco minutos mientras el té suelta, me dice y me ofrece una
galleta. Luego de los cinco minutos me sirve una taza de té y me pide que lo
pruebe. Soy muy malo para diferenciar sabores y me esfuerzo para detectar el de este. Logro sentir un sabor cercano a los arequipes de café que como cuando voy
a Pereira pero sé que no es ese. Acudo a mi sentido del olfato para ayudarme
pero es inútil. Es un sabor como a tierra, me dice Sofía dejándome más
desorientado y animándome a adivinar el sabor, pero no logró llegar. Es maple,
me dice, toma un sorbo de su taza y su gesto al saborear el té me
involucra en una experiencia sensitiva: gusto, olfato, tacto, todo en una taza
de té.
Luego de compartir cada uno lo que hizo en el año y medio en que no nos
vimos Sofía empieza a contarme emocionada que el tiple, en manos de Diego
Otero, estuvo como invitado de honor en un concierto de Colombita en San
Gil (Santander) y posiblemente vuelva de manera ocasional al grupo. Es una
exclusiva que me da y que la hace volver al momento en que el tiple dejó de ser
parte de Colombita.
Colombita crece.
El miércoles 13 de enero de 2010, tomé una cobija y me senté en el sofá
de mi sala; con el control del televisor en la mano sintonicé el canal Señal
Colombia. Eran más de las diez de la noche y yo esperaba que apareciera en
escena el Trío Colombita. Era la primera vez que un grupo de la región andina
colombiana en formato de trío típico participaba en el Festival Internacional
de Música de Cartagena. El formato era tan diferente a todos los que
participaban en el festival que hasta al comentarista le resultaba difícil
describirlo. Colombita había llegado a este festival luego de un trabajo de
diez años.
Los dos volvemos a este momento. Yo tratando de recordar los detalles que mi memoría me permite y Sofía para explicarme cómo nació Colombita y por qué ese momento, en donde el tiple hace su última aparición en el formato del trío, es un punto de quiebre para el trabajo del grupo.
Los dos volvemos a este momento. Yo tratando de recordar los detalles que mi memoría me permite y Sofía para explicarme cómo nació Colombita y por qué ese momento, en donde el tiple hace su última aparición en el formato del trío, es un punto de quiebre para el trabajo del grupo.
Sofía había pertenecido a grupos de cámara como Nogal Conjunto de
Cuerdas en la década del noventa. En este tipo de grupos se aproximó a las
músicas de la región andina, creció como instrumentista y experimento el
formalismo que la llevo en algunos momentos a usar corbata y esmoquin. Sofía me
explica que en esa época la música andina manejaba una estética establecida por
años en donde las mujeres (y también los hombres) se vestían de campesina
clásica con traje típico o se iban al formalismo extremo de usar esmoquin en
regiones donde el calor era asfixiante.
La búsqueda de Sofía estaba encaminada a un grupo que rescatara lo
femenino dentro de una estética diferente. En 2000 encuentra a dos mujeres que
comparten con ella la idea de aportar un concepto distinto a la música andina
colombiana y sobre todo al formato de trío típico. Junto a Luz Ángela Jiménez,
en el tiple y (eventualmente) la voz y Dora Carolina (Corita) Rojas en la
bandola fundaron Colombita. Este trío se convirtió en un lugar en común donde
pudieron tocar lo que querían, lo que les gustaba, sin repertorios impuestos y
con un vestuario que mostrara una personalidad diferente. En un espacio de
reconciliación con lo femenino, me dice Sofía, donde caben por igual el
esmoquin y los vestidos con muchos colores.
Años después Luz Ángela Jiménez siente que necesita sustentarse
instrumentalmente desde su tiple y se retira del trío. Al trío se incorpora
Oriol Caro quien trae consigo un equilibrio, un lenguaje diferente como
tiplista y un aporte distinto dentro de toda la filosofía con la que
se había formado Colombita.
Cuando Colombita regresa a Bogotá luego de su participación en Cartagena en 2010 algo había cambiado.
Intenté en una ocasión preguntarle a Sofía y a Corita las razones por las
cuales Oriol había dejado el grupo pero encontré que entre los tres había un
pacto tácito de no entrar en detalles y simplemente desistí y entendí que las
razones las tenían ellos y nadie más. La partida de Oriol constituye un momento
determinante para Colombita. Sofía, en cabeza de la parte musical, se encaminó a una exploración diferente. Ya el formato de trío típico no estaba y en
reemplazo de Oriol llegó Diego Cadavid, percusionista de varios proyectos
musicales no tan cercanos a la música andina colombiana y que trajo con él ─como
en el pasado Oriol─, un aporte diferente al grupo desde lo tímbrico y lo
músical. Sofía empezó a explorar desde el formato nuevas formas de asumir la
guitarra y la bandola, los repertorios fueron ampliándose y diversificándose
hasta abordar obras que antes no habían tocado como grupo.
En marzo de 2012 me entrevisté con Colombita ─que había
dejado su prefijo de trío y ahora era un ensamble instrumental─. Había pasado
dos años desde la partida de Oriol y ahora presentaban al público su
exploración bajo el nombre de Repercusión, su cuarto trabajo
discográfico. Repercusión fue el resultado de “involucrarse con
otros estilos y otras tendencias que por supuesto demandaron estudio e
investigación”, como lo definió Corita dentro de la entrevista.
Días antes de encontrarme con Sofía para la entrevista del quinto álbum
del grupo volví a escuchar Repercusión. En ese ejercicio de escucha
descubrí un disco necesario para la evolución del nuevo formato de
Colombita. Muchas veces como músicos aplazamos la grabación de un disco porque
creemos que no estamos listos. Colombita se lanzó y tomó este disco como una apuesta hacía el sonido que según Sofía aún están buscando. Y desde ese análisis, una de mis inquietudes
era saber cómo habían transitado ese camino hasta llegar al quinto disco.
Con la incorporación de Ana María Ulloa como cantante volvió la voz
femenina, me dice Sofía cuando habla del formato que presenta el último disco.
Ana María se vincula al proyecto en 2011 luego de que Colombita fuera invitado
al Concurso Nacional del Bambuco en Pereira. Este concurso fundamentado en el
rescate y la conservación del repertorio vocal, le dio la oportunidad a
Colombita de invitar a una cantante. El formato funcionó y Ana María se vinculó
oficialmente para contribuir desde su experiencia como cantante a la
exploración que ya venía desarrollando el grupo.
Cuando Sofía me empieza a hablar de las alternativas que se abren con la
incorporación de la voz y de cómo el formato va cambiando en la medida en que
la voz establece diálogos con los otros instrumentos, tomo el último
disco de Colombita: Conciert’A Voz y exploro el diseño
que sigue una misma línea conceptual con Repercusión. Sofía
entra en detalles interpretativos y conceptuales que me invitan a escuchar el
disco. Del té de maple ya no queda nada y Sofía, luego de contarme los detalles
de la grabación y como tuvo que aplazar el trabajo con Colombita para asumir su
trabajo de grado, se levanta y por petición mía me firma el disco y me acompaña
a la puerta donde la charla se extiende pasando a otros temas vinculados a la
música. Al final, cuando yo ya estoy en la escalera de salida y ella en el vano de la puerta, me dice: uno se debe a su público y el único compromiso con
ese público es dar.
Foto por Dilma Gelves |
Conciert’A Voz
Al llegar a mi casa saco el disco de su estuche, lo pongo en mi
computador y siento una explosión sonora con las primeras notas que salen por
los parlantes. Busco unos audífonos para escuchar mejor los instrumentos y
también para vivir esa experiencia solo. Escucho uno a uno
los temas que me invitan a un recorrido por todas las regiones de Colombia. Cuando
voy por la quinta de las doce pistas (incluido el Bonus Track) se acerca mi
hermana y al verme concentrado me pregunta:
─ ¿Qué escuchas?
─Un disco de músicas colombianas que está muy bien logrado y que
constituye un paradigma para el acercamiento de las músicas colombianas─,
respondo intuitivamente, sin preconcebir mi respuesta, formando
rápidamente (y para mi sorpresa) un concepto global llevado por los sonidos que
llegan directo a mis oídos.
Mi hermana no me pregunta nada más y se aleja. Entonces me tomo un
momento y pienso que esa respuesta que le acabo de dar es un juicio valorativo
muy importante (tal vez delicado) para un disco de músicas colombianas. Pienso
que lanzar este calificativo de “paradigma” puede hacer que muchos me pregunten
el porqué de esa afirmación. Así que intentando encontrar respuestas que me
alejen de hipérboles y adjetivos vacuos (comunes en las músicas colombianas), devuelvo la pista que estoy escuchando
y agudizo mi oído para rastrear cada uno de los instrumentos.
Empiezo por la bandola. Soy bandolista y creo que empezar por lo que
conozco me será más fácil. Por un momento el impulso de sentarme y criticar
todo lo que escucho me invade. La sensación que me dio el disco en un primer
momento no estaba mediada por mi papel como músico; fui un oyente más, una
persona queriendo escuchar músicas colombianas. Pero ahora no, ahora siento
convertirme en un tipo de músico dispuesto a criticar porque mi oído "entrenado" es un termómetro implacable. ¿Qué tan alto ha llegado Colombita para tener la necesidad de desvirtuar su trabajo? Justo antes de que la metamorfosis se dé, todo me parece una idiotez paranoica, pero también pienso que alguien al leer esto encontrará en su cabeza un espécimen de este tipo de músico.
Alejo estos pensamientos y retomo mi ejercicio: descubrir qué hay detrás
de todo el concepto musical de Colombita. Sigo por los temas a la bandola y
encuentro un instrumento al servicio del realce de todo el ensamble y éste, en
retribución, eleva el papel de la bandola. Cada acorde, frase y efecto parece
haber sido pensado para este fin mutuo. El sonido que le da el séptimo orden que Corita le incluyó a su bandola completa el registro medio del grupo
constituyéndose en un aporte para la música de Colombita y para la bandola
andina como instrumento.
Sigo con la guitarra y entiendo lo que Sofía me trataba de explicar en
la entrevista cuando decía que la disociación de la mano derecha fue un reto
muy importante. En temas como Colombia, un pajarillo de El
“Cholo” Valderrama, Sofía logra una apropiación del papel del bajo
característico en estas músicas mientras sus dedos índices, medio y anular
refuerzan la melodía en una disociación harto compleja. En Fantasia
Tropical de Lucho Bermúdez (que en el disco es la pista
seis), Sofía pasa del rol de guitarra acompañante al de guitarra puntera con
gran versatilidad. El bolero iba a ser grabado en trombón y guitarra pero el
trombonista no pudo llegar a la grabación, me cuenta Sofía. Así que ella tomó
los dos roles, los estudió y luego los grabó en dos sesiones.
Cuando escucho la percusión recuerdo algunos grupos que cuando deciden
incluir percusión a su formato caen en la saturación. En esos casos más es
menos. En Colombita, Diego con un criterio y una incorporación casi quirúrgica
pone instrumentos como el Djembe, el Bodhran, el Hi Hat, entre otros, a hablar
con los otros instrumentos del formato de forma acertada. Al igual que la
bandola, la percusión también está puesta a disposición del ensamble y en el
disco lo percutivo resulta en que más es mucho más.
Por último me encuentro con la voz y la interpretación de Ana María
Ulloa. Ella logra en mí lo que hace mucho tiempo no vivía: la capacidad de
asombro en una interpretación. Su trabajo con los colores y efectos de su voz
como instrumento es magistral. Pasa del color característico de una
campesina boyacense al cantar música carranguera al canto recio de los llanos
con una facilidad que no puedo creer. Escucho de nuevo el bolero Fantasía
Tropical, y luego busco en internet la interpretación de Matilde Díaz,
esa interpretación que todos sienten como única. Luego escucho la
propuesta de Ana María, en un ir y venir de versiones y encuentro una buena re-interpretación y mi asombro
crece. Cuando ella lo grabó estaba a una semana de dar a luz, me dijo Sofía en
la entrevista y pienso que la fortuna nos permitió que Ana María alumbrara esta
versión una semana antes de nacer su hijo.
Terminado mi análisis siento que tengo todos los argumentos para
defender mi primera impresión. Así que le escribo a Sofía felicitándola y ella
a su vez me agradece mis comentarios y me recuerda que otra parte importante de
todo el disco fue el trabajo de Joaquin Cabra, el ingeniero de sonido. Claro,
pensé. El trabajo para captar cada instrumento de percusión; los efectos de la
voz, la guitarra y la bandola implican un conocimiento y un trabajo
comprometido con el grupo. Una relación difícil de encontrar para cualquier
grupo.
Al final de todo este recorrido por el quinto trabajo discográfico de
Colombita me queda algo pendiente. Toda esa música debe estar respaldada por
una propuesta escénica que redondee todo el concepto, le escribo a Sofía. Estoy
seguro que muchas personas (incluyéndome) querrán ver este proceso secundado
por una apropiación escénica integral y de lograrlo, en Colombita todo estará
completo.
Para más información de Colombita pueden ingresar aquí.
Síguelos en:
Facebook: Colombita
Twitter: @colombita
Para pedidos de discos pueden comunicarse a los siguientes números: (57) 300 2652699 - (57) 315 3609063 - (57) 313 4633340.
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