lunes, 15 de agosto de 2011

Manuel Bernal Martinez. Redescubriendo a un bandolista (Segunda Parte).

Cuatro Palos, palo en Ginebra.* 
Foto del disco "Ahora sí" de Cuatro Palos.
“Para finales de 1987 éramos 18 (integrantes). Nosotros queríamos hacer crecer el grupo para acometer otro repertorio que se había olvidado, repertorio que Fernando León había escrito para la Orquesta Típica Colombiana”, comenta Samuel Fierro. El haber ganado el Gran Premio “Mono Núñez” hizo que Nogal realizara una gira de conciertos por las sedes del Banco de la República en todo el país. Cuando el grupo creció, transportarlo no era nada fácil. Así que en 1988 nació una idea dentro de los miembros fundadores de Nogal: armar un cuarteto al que llamarían Cuatro Palos. “Cuatro Palos y El Trío Ancestro eran nuestra representación en  los festivales, pues eran grupos pequeños. Mover a Nogal ya era muy difícil”, cuenta Samuel Fierro.

El 19 de noviembre de 1990 se daría inicio a la Segunda Semana de la Bandola en el auditorio de la Universidad Santo Tomás y el Auditorio Olav Roots de la Universidad Nacional. En esta ocasión el bandolista homenajeado era Fernando León. Un cartel de los grupos más representativos de la música andina colombiana en ese entonces, se dieron cita por cinco días. Por estos escenarios desfilaron grupos como: Trío Cedeño, Trío Añoranza, Las estudiantinas de la Universidad Nacional y la Academia Emilio Murillo, El Trío Pierrot, El Trío Instrumental Ancestro, Cuatro Palos, El Cuarteto Hermanos Escobar, Cuarteto Smog (conformado por El Trío Ancestro y Fernando León) y Nogal Conjunto de Cuerdas.  Además de los conciertos, Manuel hizo una exposición de bandolas que por esa época empezaba; experiencia que recogerá años más tarde en su trabajo Cuerdas más cuerdas menos. Una visión del desarrollo morfológico de la bandola andina colombiana. 

Las notas del programa presentarían a Cuatro Palos así: “’La tontería en música también puede expresarse con sonidos’ Hans Eisler”. Más adelante se podía leer: “Como homenaje a esa etapa (conformación de Nogal) y a la vez como forma de trabajo y de expresión instrumental, los miembros fundadores de NOGAL reviven esta agrupación inicial, buscando nuevos campos en la composición, instrumentación e interpretación”.

Bajo esta búsqueda, en 1991 Cuatro Palos llega a Ginebra. Ese año Nogal fue invitado a dar un concierto en la edición 17 de El Festival Mono Núñez y Cuatro Palos fue a concursar. “En 1991─ cuenta Manuel─ con Cuatro Palos éramos unos ilustres desconocidos (bueno, como cuarteto porque nos relacionaban a todos con Nogal, ganador en 1987)”. Pero cómo recibiría El Festival Mono Núñez esa búsqueda de “nuevos campos en la composición, instrumentación e interpretación”. Manuel lo resume así.

“Contrariando las ‘reglas’ implícitas de toda participación por esas calendas, decidimos llevar repertorio prácticamente desconocido y un par de obras inéditas "revolucionarias" para el momento: Anomalía de Carlos Augusto y Allí no más de Germán Darío. En esos años el formato del concurso era dos días de eliminatorias generales, una semifinal y una final. Creo recordar que en la eliminatoria tocamos Ahora sí de Jorge Arbeláez y Vuelamasquelviento de Chucho Rey; en la semifinal El Campesino del "Chunco" Rozo y Anomalía; y en la final Melodía triste de León Cardona”.

Cuatro Palos llegó a la final con un trabajo de interpretación impecable, Impromptus VIII, el favorito del público, hacía lo propio. Cuatro Palos hasta ese momento era considerado como el grupo “colado”. “…tuvimos la inmensa fortuna de contar con un jurado que tenía formación musical académica y popular, de tal manera que pudo entender y apreciar la propuesta de cámara que llevábamos […] cuando se anunció el fallo, a todas luces sorpresivo, prácticamente todo el coliseo se paró a gritar en contra del jurado y de nosotros” recuerda Manuel.

Francisco Quintero, corresponsal de EL TIEMPO escribiría: “Las tribunas esperaban que el oscar andino recayera en el conjunto mixto, también de la capital, Impromptus VIII, o, en su defecto, en el solista instrumental bugueño Hernando José Cobo”.

“Después de eso─ continua Manuel ─nos llegó el rumor de que afuera del coliseo estaba un grupo de gente muy enojada (supuestamente paisas, supuestamente ebrios y supuestamente dispuestos a golpearnos) y pasamos unos 20 a 25 minutos dentro del coliseo, con los jurados y algunos de los organizadores, hasta que pudimos salir hacia el alojamiento”. Jairo Rincón, bandolista de la agrupación, escribiría años después en su cuenta de Facebook: “Nos tocó esperar más de media hora… solos dentro del Coliseo de Ginebra. Nos querían 'linchar'. En esa época el público era muy conservador”.

De casualidades y bandolas.

Dentro de una alberca, sumergida, una bandola va cediendo sus pegantes para dejar libre el diapasón de escala “perfecta”. Los 33.3 centímetros abalan está creencia del astrónomo aficionado, conocedor de matemáticas y luthier Carlos Riveros. La magia del número 3, su perfección (según creía Carlos Rivero),  daría a Manuel  la escala de sus bandolas por allá en 1990.   

Paralelo al proceso interpretativo, Manuel persigue otro objetivo en su relación con la bandola. Desde que Manuel hace parte de Nogal, conseguir una bandola que por encima de todo sea cómoda para los requerimientos interpretativos de las obras que ejecutaba lo llevo a trabajar en la búsqueda de este objetivo.

En el momento en que Manuel comienza su trabajo con Nogal se da cuenta que las bandolas de la mayoría de sus compañeros son de 12 cuerdas. Bandolistas como Fernando León, Fabián Forero, Jairo Rincón, asumieron la bandola de seis órdenes dobles “por  una cantidad de razones prácticas de ergonomía del instrumento”, comenta Manuel.

Para la época, el constructor más importante de bandolas en el país era Carlos Norato, sus bandolas, con una “sonoridad muy bonita”, inundan el país. Sin embargo, para Manuel y su compañero Jairo Rincón, las bandolas de Norato tenían un único problema: eran 16 cuerdas. Así que las bandolas se compraban de 16, se traían a Bogotá, se les cambiaba la cabeza, se modificaba el hueso, el puente; un proceso a todas luces muy engorroso.

Jairo Rincón compartía la misma inquietud de Manuel frente al instrumento y así empezaron la búsqueda. Los criterios eran claros: un mástil más largo para tener espacio en el registro sobreagudo y una escala más larga que afinara bien y además que fuera de 12 cuerdas. 

Tiempo después Manuel y Jairo conocen a Carlos Riveros, “uno de esos personajes que parecen salidos de un cuento. Sabe de astronomía; entonces talla lentes y al mismo tiempo construye instrumentos”, así lo describe Manuel.  Con Carlos Riveros logran varias cosas, un diapasón muy cómodo, un instrumento muy bien incrustado y el uso de mejores maderas. El problema, el diseño de puente de esas bandolas tenía una barra de bronce movible que hacía difícil la afinación.

Primera casualidad, primera bandola. 
Alberto Paredes reconocido constructor de la ciudad de Bogotá, que junto con Pablo Hernán Rueda, su ayudante, quien años después formaría su propio taller; recibieron a Manuel en el proceso de construcción de una “buena” bandola.

“En algún momento a Alberto (Paredes) le mandan a construir dos bandolines brasileños. El no tenía ni idea de dónde sacar el modelo. Yo tenía discos, fotos, y a punta de eso hicimos un plano […] Ese fue el momento en que se me daña la bandola de Carlos (Riveros). Yo la meto dentro de la alberca, porque necesitaba el diapasón que era de una madera excelente; después que se deshicieron  todos los pegantes yo le llevé a Alberto el diapasón y un poco del brazo y le dije: necesito que me haga una bandola alrededor de esto”.

El resultado obtenido con el plano del bandolim le da a Manuel una sensación de comodidad, pues a pesar de ser un instrumento pequeño, se acomodaba muy bien en las piernas. La formaleta que usaron para esos primeros bandolines fue ampliada en la parte superior para acomodar los órdenes de la bandola y así nació en 1990 la primera bandola que cumplía con los criterios establecidos tiempo atrás por Manuel y Jairo. En 1996 Alberto Paredes implementa el sistema de arpa en las bandolas, sistema que dará una mejor proyección al instrumento; con parámetros más técnicos desde lo matemático, con un diseño de tiracuerdas mejorado y clavijeros individuales y de precisión. (Ver enlace 1).


Segunda Casualidad, bandola alto.
Vicente Niño, bandolista de la Estudiantina Bochica, a mediados de la decada del ochenta persigue el sueño de crear la familia de las bandolas a partir de la idea del cuarteto clásico: dos violines, viola y violonchelo. “Fue Vicente Niño ─cuenta Samuel Fierro─, que de su bolsillo mandaba a hacer instrumentos al constructor Castro Valencia (Efraín)”; Sin embargo, con la desaparición de la Estudiantina Bochica a mediados de la década del ochenta este esfuerzo desaparece.

Gabriel Rondón, reconocido guitarrista de jazz, quiso un día tocar bandola pues el sonido le parecía agradable pero la escala le parecía muy pequeña, así que le encargo a Alberto Paredes una bandola con un cuerpo y una escala más grande para afinarla a una octava de la guitarra. Alberto hizo dos bandolas y una se la dejo a Manuel, él la estrenaría en Nogal cuando tocaba los papeles de tercera bandola. Sin embargo, el sonido que proyectaba esta bandola era poco, así que Manuel decidió hacerle algunas modificaciones y con otras cuerdas y con una afinación diferente a la original (afinación actual de primera a sexta: do, sol, re, la, mi, si), la bandola alto fue un hecho.

Calle de las mandolinas, bandola bajo.
Familia de bandolas.
En el centro de la ciudad de Bogotá, en el barrio La Candelaria, se ve caminando a dos jóvenes en busca de la calle de las mandolinas y del taller  de Los Hermanos Rodríguez, constructores de instrumentos de cuerda. Consigo llevan el plano de una bandola grande, más parecida a una guitarra. “Háganos un aparato sencillo, es para probar si se puede usar o no”, diría uno de los dos jóvenes. Hoy, después de muchos años Manuel comenta: “Los instrumentos era costosos y botarle plata a una bandola que uno no sabe cómo va a funcionar…” Ese día de principios de los noventa (la fecha no se puede precisar) Manuel y Jairo se embarcan en otro objetivo: hacer una bandola más grave aún.

“Ya teníamos una bandola de registro medio que luego se llamará bandola alto y se nos ocurre hacer una grande. La idea inicial era que afinara una octava abajo”, cuenta Manuel. Ese primer intento de bandola bajo arrojó varios resultados que sirvieron para pensar en hacerla de otra forma, pues era muy pesada y sostenerla era muy difícil. Sin embargo, se estrenaría en una clase de instrumentación, a la que asistía Manuel en la UPN, en un formato de cuarteto de bandolas, junto con la bandola alto y dos bandolas sopranos. ÍA, un bambuco compuesto por Manuel sería la primera obra adaptada para cuarteto de bandolas.

Años después, Manuel investigaría más sobre la construcción de instrumentos y encontraría varias ideas para modificar ese primer modelo. La bandola tendría una escotadura (parte para apoyar el instrumento en la pierna) parecido al de una guitarra; tendría una escala variable: más larga en las cuerdas graves; 6 órdenes en donde las cuerdas más graves son simples y un sistema de arpa que resistiera la tensión de las cuerdas. 


Formando bandolistas. 
En 1990 El Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá logra hacer un convenio con La Universidad Distrital Francisco José de Caldas para que por medio de La Academia Superior de Artes de Bogotá, ASAB, se pueda organizar un programa de profesionalización en músicos populares.  

----------------

Manuel se vincula a La Escuela Especializada en Música y Danzas Populares de Tunja (Boyacá) como profesor de bandola y otras asignaturas afines. “Yo trabaja tres días a la semana; me iba de aquí (Bogotá) los martes a las once de la mañana y volvía los jueves a media noche”, cuenta Manuel.  La experiencia como profesor de bandola le brinda a Manuel otro campo de acción: recopilar, diseñar y producir material para el aprendizaje de la bandola.

“Esos dos años que estuve en Tunja fueron importantísimos ─dice Manuel─, pues me obliga a sistematizar un poco de cosas de mis maneras de hacer, de cómo me había vuelto bandolista”.

La experiencia musical en Nogal permitió que la producción de material creciera. Ya Jairo había recopilado en un libro que él llamaría Chibcha Book (reproduciendo la idea del Real Book, usado para recopilar standars de jazz), parte de ese material. En ese libro, Jairo reúne una serie de bambucos, pasillos, danzas…, que rápidamente se distribuye entre los músicos. Además, Jairo crea una cartilla para el aprendizaje de la bandola. Manuel sigue ese trabajo en Tunja hasta que después de una reestructuración en la escuela hace que las condiciones varien,  Manuel no se siente muy cómodo y se retira luego de dos años y medio de trabajo.

Luego de trabajar en Tunja, Manuel se vincula a la Universidad Javeriana, Universidad de los Andes y Batuta (en esta última trabajará un año); hasta que en 1995 es llamado a trabajar en la ASAB. “Reinaldo Monroy ─cuenta Manuel─, que era director de la escuela de Tunja, renuncia a la escuela y viene a Bogotá y se vincula, por conocimiento con la gente fundadora del programa, a la ASAB […] Ahí aparecí yo por recomendación de Reinaldo”.

Desde ese momento Manuel asume la organización de un programa de formación de bandolistas profesionales. “Programas de formación instrumental… eso es muy difícil de hacer y más de instrumentos que tienen poco tradición académica y que al mismo tiempo son instrumentos muy vivos pero están muy muertos”.   

El contexto en que Manuel aprendió es diferente, y reconoce la importancia de espacios de tertulia y de práctica auditiva que permiten un acercamiento diferente a las músicas populares.  Pero Manuel ha asumido con dedicación, por más de 15 años, el reto de formar bandolistas en una visión del instrumento más amplia.

“La ventaja que tiene Manuel─ concluye Samuel Fierro ─ es que sabe cómo enseñar; otros podemos saber cómo tocar pero no sabemos comunicarlo”.

Conclusión. 
“En muchas cosas somos un país profundamente aislado y somos también muy marginales. Nosotros mismos nos encargamos de eso. […] No hemos logrado establecer los vínculos (con otros países).  Esto (el movimiento alrededor de la bandola) hay que ponerlo sobre la mesa mundial”. El bandolista debe empezar “a desarrollarse no sólo desde la técnica sino desde la visión”. Manuel Bernal Martinez, bandolista bogotano. 

Agradecimientos.
A Manuel por su tiempo, por la paciencia a mis innumerables preguntas, por el material que sirvió de base para esta crónica. A Samuel Fierro por la entrevista que me concedió y a todos los que han seguido esta crónica hasta este punto. 



*Titular de EL TIEMPO, 2 de julio de 1991, sección Nación, escrito por Francisco Quintero.


Enlaces.
1. Colección de bandolas de Manuel Bernal, un recorrido desde la bandola andina por la música colombiana, Por Jaime H. Quevedo Urrea, Número 16 de la revista A contratiempo del Centro de Documentación de la Biblioteca Nacional, Enero 27 de 2011. http://www.youtube.com/watch?v=Lh2XHoCBpnA&feature=related. 

2 comentarios:

  1. Hola, muy uen dia, yo tengo una bandola de Carlos Riveros, tiene un golpe y me gustaria mandarla a arreglar, tu sabes donde queda el taller.te agradeceria el dato.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenos días,

      No tengo esa información pero en el mercado hay varios luthiers que le podrían ayudar. Saludos y muchas gracias por leer mi blog

      Eliminar